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Los anuncios de la búsqueda de una macroconcesión administrativa para que el tranvía cueste lo menos posible al Ayuntamiento y la reapertura de la Carrera al tráfico (aunque sea tan sólo en el horario de funcionamiento del Mercado de San Francisco) son dos indicativos claros del modelo que defiende el PP para la ciudad: gestión privada de los servicios públicos, que supone una transferencia de dinero público a bolsillos de grandes empresarios que, en su mayoría, ni siquiera tienen conexión con la ciudad, y apuesta decidida por el transporte privado en perjuicio del modelo de transporte colectivo y sostenible.
La búsqueda de la eficiencia económica del sector privado como mecanismo de ahorro es un cuento chino. Según nos dicen aquellos que liquidaron en su día gran parte del sector público estatal y municipal, las empresas privadas funcionan de forma mucho más eficiente y no despilfarran dinero ni recursos, puesto que ese despilfarro iría en perjuicio de los beneficios empresariales. Y aunque es verdad que la gestión de lo público ha sido en muchas ocasiones irresponsable y que necesita ser revisada profundamente, hay una parte de esta historia que no quieren contar cuando los privatizadores esgrimen sus argumentos: las empresas privadas sólo entran a gestionar los servicios públicos si la Administración les garantiza, con dinero público, los beneficios en todos los casos. Queda, por contrato, garantizado el equilibrio económico-financiero de las empresas, con independencia de la recaudación y gestión que éstas realicen. Esto supone que toda la recaudación por la gestión acabe en manos de las empresas concesionarias, pero que además haya que completar esa cantidad con dinero público hasta el límite mínimo marcado por los contratos públicos. En épocas de bonanza económica, cuando el Ayuntamiento no padecía una crisis financiera tan importante como consecuencia de los ingresos que obtenía de la especulación inmobiliaria, esas cantidades se satisfacían con una mayor puntualidad. Pero cuando la economía de papel levantada por Aznar sobre la especulación urbanística se ha derrumbado, la deficiente financiación local, unida al hundimiento de esos ingresos y al desmesurado incremento de la plantilla municipal, del número de organismos autónomos y empresas públicas realizado por el PP en sus 12 años de mayoría absoluta, ha provocado que la deuda contraída con las empresas gestoras de los servicios públicos haya crecido enormemente. Esa deuda, que no para ni parará de crecer como consecuencia de la incapacidad del Ayuntamiento de recaudar más de lo que gasta (con lo que recauda el Ayuntamiento apenas hay suficiente para pagar las nóminas de los trabajadores municipales), supone que las concesionarias adquieren una capacidad de influencia sobre los designios municipales totalmente antidemocrática. Los representantes municipales pueden verse presionados cuando éstas lo desean con huelgas o protestas, al tiempo que se sienten incapaces de oponerse a cualquier actuación que no sería consentida en otra situación como consecuencia de todo el dinero que se les debe.
¿Por qué buscar entonces una macroconcesión administrativa si el Ayuntamiento tendrá que garantizar con sus Presupuestos Municipales los beneficios empresariales privados? Creo que la razón principal es doble: por un lado nos hallamos ante una apuesta ideológica por la mercantilización de todos los servicios públicos municipales, defendida y puesta en práctica por los dos grandes partidos en mayor o menor medida, y por otro nos encontramos con la elección de una fórmula irresponsable de financiación a corto plazo, ya que las empresas adjudicatarias deberán entregar un canon a al Ayuntamiento con el que éste podrá funcionar algunos meses más, pero cuyas consecuencias serán pagadas por las próximas corporaciones municipales.
El equipo de gobierno que estuvo al frente del Ayuntamiento entre 2007 y mayo de 2011 se encontró con este problema. El pinchazo de la burbuja, el bajón de la actividad económica y el abandono a su suerte de los Ayuntamientos por parte de las administraciones centrales y autonómicas, supusieron que la actividad municipal se centrara en gran parte en la búsqueda de fórmulas para conseguir que la ciudad siguiera funcionando. Fue un tremendo error político intentar capear el temporal pensando que la situación era pasajera, degradando así la actividad municipal casi a la mera gestión de la crisis y la deuda, al tiempo que se ponían esperanzas electoralistas en las inversiones venidas de fuera, principalmente de la Junta de Andalucía. El Ayuntamiento debió explicar la situación a los ciudadanos, la enorme deuda que heredaba, la insostenibilidad de las cuentas (con un déficit anual de más de 30 millones) y el eterno aumento de la deuda municipal como consecuencia del déficit. No se hizo, y el principal causante de la actual situación acabó dándole la vuelta a la realidad y llegando al poder como si nada hubiera tenido que ver en la catástrofe provocada.
El anterior equipo de gobierno, en su mayor parte, pretendió seguir manteniendo algunas políticas culturales, de ocio, deportivas... a costa de aumentar la deuda e incrementar el número de particulares que sufrían las consecuencias de la crisis de la financiación local. Y así llegamos al vuelco electoral, fruto del descontento general con las políticas de Zapatero pero en el que jugó un papel importante el desencanto de muchas personas que veían cómo el Ayuntamiento no pagaba sus deudas al tiempo que se desarrollaban y planificaban grandes infraestructuras. Se optó por seguir hacia delante como si nada hubiera pasado, como si estuviéramos a finales de los años noventa, como si la crisis no existiera, desarrollando políticas para entretener a las clases medias en lugar de buscar fórmulas para incrementar la democracia en la ciudad, renunciando a cualquier posiblidad de transformación real de Jaén. Y así se tendió una alfombra roja a aquellos que han venido a destruir lo público sin complejos.
Como decía al principio, la reapertura de la Carrera y la posición frente al tranvía son una muestra del modelo de transporte por el que apuesta el PP de Jaén. El final de la era del petróleo sigue siendo para ellos una historia inventada por ecologistas. El progreso pasa por el motor de combustión y por el transporte privado, los mismos argumentos con los que se eliminaron irresponsablemente los tranvías de la mayoría de ciudades españolas hace ya varias décadas.
La excusa del coste del servicio no sirve para un partido bajo cuyo gobierno la plantilla municipal pasó de 700 a 1700 trabajadores, se crearon nuevos organismos autónomos como la Gerencia Municipal de Urbanismo o empresas enormemente deficitarias para la ciudad como SOMUCISA (Onda Jaén), cuya única utilidad era la de propaganda política a costa del Presupuesto Municipal. Ni siquiera la más liberal de las liberales, Esperanza Aguirre, ha planteado todavía en serio la privatización del Metro de Madrid, que arrastra un enorme déficit pero que hace increíblemente fácil moverse por una ciudad con más de 5 millones de habitantes. Y es que los servicios públicos no deben ser rentables económicamente sino socialmente.
Entre las curiosidades de la política espectáculo llama poderosamente la atención la inversión de papeles entre los dos grandes partidos en diferentes ciudades. Campañas similares, páginas web con argumentos calcados pero que eran firmados por partidos distintos según estuvieran en el gobierno o en la oposición. Y es que cuando no se toman en serio los problemas futuros que el final de la era del petróleo van a traer para el transporte (entre otros) ocurren estas cosas, las inversiones en medios de transporte sostenibles se convierten en munición electoral para acribillar al contrario.
Ya está abierta la carrera. El grupo de comerciantes del Mercado de San Francisco que se manifestó contra su semipeatonalización y cuya carta utilizó como argumento el Alcalde en la rueda de prensa, ya respira tranquilo, por fin van a vender más. Al parecer, el bajón de ventas no tenía nada que ver con la crisis económica y con la pérdida de poder adquisitivo de las clases populares, que son las que consumen. El problema era que los coches, en lugar de recorrer los 100 metros de la Carrera, tenían que recorrer 200 por una calle paralela. Argumentos muy sólidos, objetivos y racionales. Pero por fin llegó el partido del coche para resolver sus problemas comerciales para siempre. Ya pueden dormir tranquilos. Quizás ahora sean otros comerciantes, los que se han posicionado públicamente a favor de la peatonalización una vez comprobados sus efectos beneficiosos, los que tengan que empezar a protestar. Y con ellos todos los que apostamos por que el centro de la ciudad sea semipeatonal en su totalidad.
Ya está abierta la carrera. El grupo de comerciantes del Mercado de San Francisco que se manifestó contra su semipeatonalización y cuya carta utilizó como argumento el Alcalde en la rueda de prensa, ya respira tranquilo, por fin van a vender más. Al parecer, el bajón de ventas no tenía nada que ver con la crisis económica y con la pérdida de poder adquisitivo de las clases populares, que son las que consumen. El problema era que los coches, en lugar de recorrer los 100 metros de la Carrera, tenían que recorrer 200 por una calle paralela. Argumentos muy sólidos, objetivos y racionales. Pero por fin llegó el partido del coche para resolver sus problemas comerciales para siempre. Ya pueden dormir tranquilos. Quizás ahora sean otros comerciantes, los que se han posicionado públicamente a favor de la peatonalización una vez comprobados sus efectos beneficiosos, los que tengan que empezar a protestar. Y con ellos todos los que apostamos por que el centro de la ciudad sea semipeatonal en su totalidad.