En los últimos tiempos, en conversaciones informales con algunos colegas, ha salido a colación el tema del tranvía. Siempre he considerado que en abstracto, o sea, como medio de transporte, nadie en su sano juicio puede oponerse al establecimiento de un tranvía urbano o interurbano como sistema de desplazamiento masivo de pasajeros. El ferrocarril, en general, y el tranvía, en particular, son medios de transporte que desempeñan una función social de la máxima importancia y, además, cumplen con una función medioambiental trascendental desde el momento en que puede considerárseles como medios limpios. En ese sentido, por tanto, cumplen a la perfección con las exigencias de sostenibilidad urbana que con tanto ahínco se reclaman desde las organizaciones y los poderes públicos nacionales e internacionales. En nuestro caso se les une otra cualidad igualmente destacable como es la utilización de un tipo de energía autóctona que deja aquí empleo y riqueza, y contribuye de manera decisiva a hacernos menos dependientes de combustibles foráneos, expuestos a fluctuaciones en los precios que muchas veces acaban resultando ruinosos.
Cuando esta reflexión genérica se traslada a un escenario concreto, como ocurre con el tranvía en Jaén, la opinión debe ser matizada, puesto que hay que situarla en un contexto social y territorial bien definido. En este sentido, considero que la implantación del tranvía debería haber sido objeto de una reflexión más profunda relacionada, en primer lugar, con la oportunidad de su establecimiento, máxime cuando se trataba de una inversión de fondos públicos de enorme calado que seguramente no volveremos a verla por estas tierras en mucho tiempo. La ciudad de Jaén, desde hace muchos años, tiene carencias muy llamativas que no se le escapan a nadie y quizá un debate ciudadano más sosegado hubiera ayudado a priorizarlas. Por otro lado, el trazado del tranvía también era manifiestamente mejorable en muchos aspectos, sobre todo si se piensa en las posibilidades de carga de viajeros que presenta el recorrido actual frente otros alternativos, pensados más en términos de articulación interna del espacio urbano y no tanto de conexión del centro de la ciudad con los ámbitos periurbanos. Posiblemente esta última opción hubiera sido mucho más acertada como estrategia de ampliación futura de la red tranviaria.
En todo caso, estas consideraciones han dejado de tener sentido puesto que el trazado está ejecutado y el tranvía ya ha efectuado sus primeros viajes en fase de pruebas. Por tanto, más allá de la mera retórica, sólo cabe en estos momentos aplicarse por todos los medios a conseguir la más rápida puesta en marcha definitiva del tranvía. Mucho me temo, sin embargo, que eso no va a ser tan fácil.
Leyendo las declaraciones cruzadas que en los últimos días han realizado distintos representantes de los poderes públicos, me ha venido a la memoria el viejo ferrocarril que empezó a levantarse durante la dictadura de Primero de Rivera, a través del cual se pretendía enlazar Andalucía con el levante peninsular mediante un trazado alternativo al que discurría por la submeseta castellano manchega: la línea Estación de Baeza-Utiel; proyecto éste que, a no dudarlo, hubiera acabado con el aislamiento secular de una de las zonas peninsulares más ignorada y desasistida históricamente por los poderes públicos. Tras la paralización republicana de las obras, de nuevo otra dictadura, en este caso la de Franco, reactivó la ejecución del trazado, efectuó todas las explanaciones, ejecutó las grandes y costosas obras de túneles y viaductos y procedió, incluso, al establecimiento del sistema viario en un largo tramo que se extendía entre la ciudad de Albacete y casi el límite con la provincia de Jaén. Pero un buen día, por razones confesables e inconfesables, el proyectado ferrocarril se abandonó y nunca más se supo del mismo. Tanto esfuerzo económico de las arcas públicas, cifrado en varios miles de millones de pesetas, se había dilapidado de una forma vergonzosa para escarnio, entre otros, de miles de jiennenses a los que forzosamente se condenó al subdesarrollo y la marginación.
Este cruel ejemplo histórico, del que deberíamos aprender para no repetirlo, viene a cuento para alertar de la situación en la que puede desembocar el tranvía de Jaén si no se impone la sensatez de todos los agentes implicados en su funcionamiento. Es cierto, como se ha repetido hasta la saciedad, que el tranvía tiene unos elevados costes económicos que son difícilmente asumibles en el estado actual de las arcas municipales, pero conviene recordar que también son deficitarios otros muchos servicios públicos que presta la municipalidad, en mi opinión mucho más prescindibles que el tranvía, y siempre se han buscado y encontrado soluciones para no dejar desatendidos a miles de usuarios, que generalmente suelen proceder de las capas sociales más desfavorecidas.
Es probable que estén pesando demasiado los férreos posicionamientos previos a la implantación del tranvía. Pero si la política es el arte de lo posible, en este momento lo sensato y racional es recuperar el tranvía y, si me lo permiten, reivindicar la financiación necesaria para la ejecución de nuevos tramos que vengan a corregir los defectos del trazado actual. Sin ninguna duda, viendo las perspectivas del mercado energético mundial, el transporte ferroviario va a ser el medio de desplazamiento masivo de nuestros nietos. Y de esas generaciones venideras también debemos de preocuparnos aunque solo sea para que reconozcan que sus antepasados tuvieron la suficiente inteligencia como para no permitir que otro Baeza-Utiel se repitiera sobre su tierra.
Cuando esta reflexión genérica se traslada a un escenario concreto, como ocurre con el tranvía en Jaén, la opinión debe ser matizada, puesto que hay que situarla en un contexto social y territorial bien definido. En este sentido, considero que la implantación del tranvía debería haber sido objeto de una reflexión más profunda relacionada, en primer lugar, con la oportunidad de su establecimiento, máxime cuando se trataba de una inversión de fondos públicos de enorme calado que seguramente no volveremos a verla por estas tierras en mucho tiempo. La ciudad de Jaén, desde hace muchos años, tiene carencias muy llamativas que no se le escapan a nadie y quizá un debate ciudadano más sosegado hubiera ayudado a priorizarlas. Por otro lado, el trazado del tranvía también era manifiestamente mejorable en muchos aspectos, sobre todo si se piensa en las posibilidades de carga de viajeros que presenta el recorrido actual frente otros alternativos, pensados más en términos de articulación interna del espacio urbano y no tanto de conexión del centro de la ciudad con los ámbitos periurbanos. Posiblemente esta última opción hubiera sido mucho más acertada como estrategia de ampliación futura de la red tranviaria.
En todo caso, estas consideraciones han dejado de tener sentido puesto que el trazado está ejecutado y el tranvía ya ha efectuado sus primeros viajes en fase de pruebas. Por tanto, más allá de la mera retórica, sólo cabe en estos momentos aplicarse por todos los medios a conseguir la más rápida puesta en marcha definitiva del tranvía. Mucho me temo, sin embargo, que eso no va a ser tan fácil.
Leyendo las declaraciones cruzadas que en los últimos días han realizado distintos representantes de los poderes públicos, me ha venido a la memoria el viejo ferrocarril que empezó a levantarse durante la dictadura de Primero de Rivera, a través del cual se pretendía enlazar Andalucía con el levante peninsular mediante un trazado alternativo al que discurría por la submeseta castellano manchega: la línea Estación de Baeza-Utiel; proyecto éste que, a no dudarlo, hubiera acabado con el aislamiento secular de una de las zonas peninsulares más ignorada y desasistida históricamente por los poderes públicos. Tras la paralización republicana de las obras, de nuevo otra dictadura, en este caso la de Franco, reactivó la ejecución del trazado, efectuó todas las explanaciones, ejecutó las grandes y costosas obras de túneles y viaductos y procedió, incluso, al establecimiento del sistema viario en un largo tramo que se extendía entre la ciudad de Albacete y casi el límite con la provincia de Jaén. Pero un buen día, por razones confesables e inconfesables, el proyectado ferrocarril se abandonó y nunca más se supo del mismo. Tanto esfuerzo económico de las arcas públicas, cifrado en varios miles de millones de pesetas, se había dilapidado de una forma vergonzosa para escarnio, entre otros, de miles de jiennenses a los que forzosamente se condenó al subdesarrollo y la marginación.
Este cruel ejemplo histórico, del que deberíamos aprender para no repetirlo, viene a cuento para alertar de la situación en la que puede desembocar el tranvía de Jaén si no se impone la sensatez de todos los agentes implicados en su funcionamiento. Es cierto, como se ha repetido hasta la saciedad, que el tranvía tiene unos elevados costes económicos que son difícilmente asumibles en el estado actual de las arcas municipales, pero conviene recordar que también son deficitarios otros muchos servicios públicos que presta la municipalidad, en mi opinión mucho más prescindibles que el tranvía, y siempre se han buscado y encontrado soluciones para no dejar desatendidos a miles de usuarios, que generalmente suelen proceder de las capas sociales más desfavorecidas.
Es probable que estén pesando demasiado los férreos posicionamientos previos a la implantación del tranvía. Pero si la política es el arte de lo posible, en este momento lo sensato y racional es recuperar el tranvía y, si me lo permiten, reivindicar la financiación necesaria para la ejecución de nuevos tramos que vengan a corregir los defectos del trazado actual. Sin ninguna duda, viendo las perspectivas del mercado energético mundial, el transporte ferroviario va a ser el medio de desplazamiento masivo de nuestros nietos. Y de esas generaciones venideras también debemos de preocuparnos aunque solo sea para que reconozcan que sus antepasados tuvieron la suficiente inteligencia como para no permitir que otro Baeza-Utiel se repitiera sobre su tierra.
Eduardo Araque Jiménez
Área de Análisis Geográfico Regional. Universidad de Jaén
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